Entre fantasmas te veas – El mundo desde mi bici LXXIX

Y usted, ¿ve el fantasma?

Y usted, ¿ve el fantasma?

Uno de los primeros mitos que el hombre acuñó fue el de los fantasmas. Los seres que nos visitan del más allá son a la vez reflejo de nuestros miedos y de nuestros anhelos. Siempre nos ha sido difícil aceptar que toda esta vida que gozamos acabe en algo tan simple y tan llano como la muerte. Para evadirla, hemos urdido cualquier cantidad de ficciones. Ficciones que conciben otra, aún más reconfortante, que trata sobre la inmortalidad del alma. La vida después de la muerte es una realidad incuestionable para miles de millones de seres humanos y una certeza tan vieja como la humanidad. Algunos ven en la existencia de los fantasmas una prueba más de la trascendencia del ser.

Para comprender la naturaleza de un espectro, primero debemos entender la naturaleza de ese presuntuoso animal que se hace llamar ser humano. Por supuesto, no me extenderé aquí estudiando nimiedades como el ser, la virtud, la inmanencia y demás asuntos que no hacen más que aburrirnos. Afirman los teólogos y algunos filósofos que el ser humano está compuesto por dos sustancias: la material, que es ésa que nos duele todas las mañanas cuando despertamos, sobre todo en la región lumbar, y la etérea o inmaterial que está compuesta por eso que unos llaman espíritu y otros, para confundirnos aún más, llaman mente. La cualidad principal del espíritu o alma es que, como Dios, es inmortal. Cuando nos llega la hora, nuestro espíritu se separa de nuestro cuerpo para empezar así una nueva vida. Luego entonces se infiere que los fantasmas son espíritus escindidos de su cuerpo. Cada religión muestra ligeras diferencias conceptuales con respecto a las características de los amigos del más allá. Para los cristianos no son otra cosa que almas provenientes del Purgatorio que tienden a visitarnos para: a) asustarnos, b) molestarnos, c) pedirnos ayuda y d) advertirnos sobre algún peligro que corremos. Para los que siguen religiones tan exóticas y ajenas como el hinduismo y el budismo, los fantasmas son mentes que están perdidas en este mundo terrenal por el fuerte apego que tienen hacia una existencia pasada. Es un hecho insoslayable que la fantasmagoría es parte fundamental para muchas culturas. En Inglaterra, por ejemplo, no hay casa, mansión o castillo que valgan sin su correspondiente alma en pena. En México, país en donde nos gusta burlarnos con gritos y sombrerazos de la muerte, es natural que cohabite entre nosotros toda una pléyade de ánimas.

Si tuviéramos que hacer un top ten de los espantos más famosos de este atribulado país sin duda el primer lugar se lo llevaría La Llorona. No hay ciudad, pueblo o ranchería que no haya adoptado su propia versión de esta leyenda. Sin embargo, la única, la original y la verdadera Llorona es chilanga. Luis González Obregón, en su libro Las calles de México, refiere que la primera aparición documentada de este atormentado espectro se remonta a finales del siglo XVI en las calles de la ciudad capital. Aparecía en noches iluminadas por “la transparente” luz lunar, ataviada con un largo vestido blanco y su rostro cubierto por un grueso velo del mismo color. La poca gente que se atrevió a seguir sus pasos dice que siempre se dirigía hacia el borde del lago y que allí desaparecía evaporándose. Los primeros testigos refirieron que esta mujer sólo gemía y gritaba; más tarde, otros le oyeron suplicar por sus hijos. Alguna crónica prehispánica la sitúa como uno de los prodigios que presagiaba la conquista española. Esta última versión fue explotada con especial entusiasmo por el oficialismo patriotero que dirigió a México durante el siglo pasado.

De aquel entonces, nos queda una leyenda que ha sido ignorada y que bien podría ser fuente para un buen relato de realismo maravilloso. Se trata de la aparición del gobernador de las Filipinas, Gómez Pérez Dasmariñas, en la plaza principal de esta ciudad el mismo día que fue asesinado cuando viajaba con rumbo a la Cambodia. El relato no sólo es de terror, también es de ciencia ficción. ¿Quién diría que en el remoto 1593 ya se vislumbraba la teletransportación?

Hoy en día, también nos acompañan historias que refieren a fantasmas que habitan en famosos restaurantes, como el del antiguo King’s Pub (ahora La Buena Tierra), en donde su antigua dueña se aparece ataviada con elegancia propia de principios del siglo XX, cuando las puertas del local han despedido al último de sus clientes. O la novia, siempre joven y desgraciada, que gusta hacer sus apariciones en el patio del San Angel Inn, distinguidísimo restaurante ubicado sólo a unos metros más hacia el poniente del primero, sobre la misma avenida Altavista.

Por supuesto a estas leyendas colectivas habrá que sumar las propias. Este mismo viernes, tuve que enfrentarme con varios fantasmas. Fantasmas que al parecer me acompañarán hasta el fin de los tiempos. Debido a los drásticos cambios que este país ha sufrido producto de un gobierno casi autista y de unos legisladores bipolares, tuve que ir al SAT para cambiar mi régimen fiscal. Fue aterrador encontrarme con esos espantos llamados Declaraciones Mensuales, Contadores Públicos y Facturas Electrónicas, espantos todos que me garantizan un menor ingreso neto y noches interminables de insomnio.

No me queda más que concluir como lo hizo con brillantez don Luis González Obregón: “Pero La Llorona se va, porque los niños de hoy no se espantan con los fantasmas del pasado y se encaran muchas veces con las realidades del presente.”

 

Le agradezco una vez más su nada etérea presencia y lo invito a que lea la próxima bici, el miércoles que viene, en punto de las 8 de la noche en este aterrado blog, De la tierra nacida sombra.

 

Aquí su versión audio-bici musicalizada con genio por @bbybone13:

Acerca de Enrique Boeneker

Soy aficionado a una bola de cosas. Peco, es verdad, de disperso. Ésta es una más de entre todas mis aficiones. Ver todas las entradas de Enrique Boeneker

8 respuesta a «Entre fantasmas te veas – El mundo desde mi bici LXXIX»

  • Gabriel Ventosa

    Compadre, existen muchas mas leyendas de fantasmas y espectros del centro de la Cd. De Mexico. Como bien lo indicas en el libro hay una muy buena al respecto de Don Juan Manuel de Solórsano y Sotomayor que fungió como tesorero del virrey. Este cuate, se dice que se aparece en la noche y al primero que se encuentra le pregunta la hora y el pobre desdichado al contestarle, Don Juan Manuel dice al tiempo que lo apuñala «Dichoso tu que conoces la hora en que vas a morir» ay nanita….. Algo parecido al SAT.

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  • Gabriel Ventosa

    La casa donde vivía Don Juan Manuel es hoy el edificio que hace esquina en Rep. de Uruguay y 20 de Noviembre (Uruguay #94 para ser precisos) Hace algunos años en Zacatecas fuimos a un recorrido nocturno por varias casas y en cada una vimos representaciones de varias leyendas. Me imagino que algo así pudiera existir en D.F.

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    • Enrique Boeneker

      Eso es una magnífica idea. Hace no mucho se representaba la aparición de La Llorona en Xochimilco (creo que todavía se representa) y tuvo bastante éxito.
      Para nuestra desgracia las calles del centro de la ciudad al parecer tienen otro fin: o ser hostal de manifestantes o ser centro de exposiciones para empresas privadas (entiéndase Telmex).
      ¡Un abrazo!

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  • etarrago

    Me encantaría saberlo explicar como tú, Enrique. No se lo digas a nadie, pero a mi, aún, me dan miedo los fantasmas.

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    • Enrique Boeneker

      ¡Jajaja! Ahora sí que me hiciste reír, Tocayo. Fíjate que hace unos momentos estábamos dilucidando mi suegra y yo el origen de los fantasmas. Creo que las culturas prehispánicas en América no tenían el concepto como ahora nosotros lo tenemos. Por supuesto creían en presencias no necesariamente carnales, digamos en forma de espíritu, pero no las concebían como espectros o como almas perdidas o de plano como monstruos maliciosos. Creemos que el concepto de fantasma, como ser de muchas formas vengativo, viene de Eurasia (hace mucho que no escribía esta palabra). ¿Tú que opinas?

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      • etarrago

        Creo que el miedo a los fantasmas es algo que va en la cultura y por tanto difícil de erradicar. Cuando pienso seriamente que es una tontería, no lo es tanto cuando me plantean, seriamente, pasar una noche en un cementerio, por ejemplo. Creo que me moriría de miedo cuando la realidad es que a quien hay que temer es a los vivos. En fin, pensamos como debemos ser, pero la mente nos lleva al camino que quiere. Feliz #SSanta, Enrique.

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  • Erika

    Hace ya algun tiempo, creo que te comenté, estaba en el baño frente al espejo terminando de arreglarme. Sentí sobre mi hombro derecho una presión, como si alguien me consolara o animara. Era mi mamá. Lo único que alcancé a decirle fue «Hola, Mami. ¿Cómo estás?» Quizá a muchos les suene ridículo, pero yo lo viví, y así fue. Erika

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