Las mejores posturas para leer – El mundo desde mi bici LXXXIX

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Leer en el baño Imagen: espiral-deletras.blogspot.com

Antes de entrar en materia para averiguar cuál es la mejor postura para leer, tenemos que admitir primero un supuesto: el supuesto de que se lee con frecuencia. Si no leemos de forma regular nos importará poco cómo lo hagamos: podríamos estar agarrados con las uñas de un tubo del metro mientras hojeamos el Libro vaquero y esta extravagante posición no tendría consecuencia ulterior grave para nuestra salud. Para quien lee con frecuencia, en cambio, la postura y el lugar son de suma importancia: leer todos los días sentado en el retrete causa gangrena en la piernas, por ejemplo.

Como es asunto de no poca importancia, aquí le propongo las Top Five Posturas para Leer Mejor.

No creo en el renacimiento de los seres y por ende tampoco creo en los iluminados descubrimientos de vidas pasadas a través de la hipnosis o cualquier otro método. He oído de algunos lectores que prefieren leer sentados sobre una silla dura frente a un escritorio, porque “en una vida anterior” habían sido copistas. Esto, según ellos, explica muy bien su preferencia por leer de esta manera. No hay nada más errado que esta fácil conclusión. Es un hecho insoslayable que la mayoría de nosotros empezamos a leer en la escuela. Es decir, sentados en una incómoda silla de madera y apoyados en un escritorio que, para fines didácticos, presentaba un ángulo en su superficie de trabajo que facilitaba no sólo la escritura, también la lectura. Es más, aprendimos a leer como lo hacían antes de los tiempos de San Agustín. (Cuidado: aquí viene la digresión erudita). Refiere la historia que en los antiguos monasterios y bibliotecas se leía en alta voz. No se concebía otra forma de leer. Fue San Agustín el primero en leer en silencio, sin pronunciar palabra. Fue tal su revolución (y tan conveniente para aquellos que gustaban de leer textos non sanctos) que a partir de entonces la gente leyó en silencio. Salvo, claro está, los niños de las escuelas modernas, en donde se lee a todo pulmón con monótono compás. Hay personas en la actualidad a las que les gusta leer como en el medioevo: sentados en una silla o banco de madera y a falta de un scriptorium improvisan uno en cualquier cuarto de su casa por medio de la instalación de un pequeño librero y un pupitre escolar. No es raro descubrir a estas minuciosas personas leyendo en voz alta.

Hay una íntima relación entre la lectura y la alimentación. Es un trilladísimo lugar común (perdone usted el hiperbólico pleonasmo —y la abusiva repetición de esdrújulas) decir que las letras y el conocimiento son los alimentos del alma. Debido a esto, tal vez, muchos prefieren leer sentados en el comedor de su casa. Ya sea por falta de un cuarto adecuado o por mera disciplina (mi abuela siempre dijo que la tarea se tiene que hacer justo después de la comida), muchas personas leen en el comedor acompañadas de una buena rebanada de pastel y un café. El tamaño de la mesa les permite tener abiertos varios libros, un cuaderno para las notas y plumas de distintos colores para enfatizar pasajes y citas con la debida claridad cromática. La altura de esta mesa les permite adoptar la muy bien vista pose que encanta a todo intelectual: la de tomarse la cabeza con la mano.

La lectura se ha desplazado desde la intimidad hasta la plaza pública. En otros tiempos leer era cuestión personal. Uno leía antes de dormir o los domingos por la tarde. Sin embargo en países en donde se lee poco, como en México, es un lujo imperdible poder demostrarle a la gente que uno lee. Los establecimientos preferidos para hacerlo son los innumerables cafés de la ciudad. Los que leen en un café lo hacen de preferencia sentados en la terraza del mismo. Así podrán presumirle a todos no sólo que leen, sino también que están leyendo el último tabique de 879 páginas de Dan Brown o el tercer volumen de 1Q84 de Murakami. Es muy necesario pedir un café capuchino para acompañar la tarde. Su aspecto altivo y espumoso atraerá con facilidad las miradas de los demás parroquianos y paseantes.

A mí me gusta más el diván. Cualquier superficie horizontal que esté acolchonada y tenga al menos un descansabrazos mullido servirá. Mi superficie horizontal preferida: el sillón de la sala. La ventaja de esta manera de leer es que uno puede quedarse recostado por horas. Otra ventaja es que el libro en esta posición queda a una distancia y ángulo perfectos con respecto a los ojos del lector. El libro también puede servir como efectivo antifaz para bloquear la luz. No hay mejores siestas que las que se toman, involuntariamente, en esta posición. Cuando así se llega a conciliar el sueño, uno tiende a soñar sobre lo que estaba leyendo, lo cual —créame— es estupendo.

Empero tengo que reconocer que el lugar preferido por la mayoría para leer es el baño. Leer sentado en el retrete despeja la mente y los bronquios, y privilegia la circulación sanguínea en la parte superior del cuerpo. El baño proporciona un ambiente aislado, alejado de ruidos extraños y de interrupciones inoportunas (advertencia: recuerde antes cerrar la puerta con seguro). Conozco a alguien que hasta se procuró una mesa plegable que le permite tomar apuntes. Estoy seguro que las más brillantes ideas de la humanidad se han gestado en el baño.

Ahora, antes de terminar, es pertinente considerar lo siguiente. Cada libro exige su ambiente de lectura. Es por esto que hay que ser flexibles y prever, ante un libro determinado, cuál será la mejor posición y escenario para emprender su lectura. Por ejemplo, no le recomiendo leer la Teoría estética de Theodor W. Adorno sobre un diván, porque le aseguro que se va a quedar bien dormido, al grado de que lo van a creer muerto. No vaya a ser que la gente se confunda y tome decisiones precipitadas.

Le agradezco mucho su lectura y me permito abusar de su amabilidad y pedirle que me siga aquí, en De la tierra nacida sombra, el próximo miércoles en punto de las 8 de la noche. Hasta entonces.

Acerca de Enrique Boeneker

Soy aficionado a una bola de cosas. Peco, es verdad, de disperso. Ésta es una más de entre todas mis aficiones. Ver todas las entradas de Enrique Boeneker

5 respuesta a «Las mejores posturas para leer – El mundo desde mi bici LXXXIX»

  • Erika

    Como siempre los miércoles, antes de hacer cualquier cosa, leo tu Bici. Me encanta, la disfruto; a veces sonrío, como hoy. Otras veces con grandes carcajadas las leo. Son un aliento para mi día a día. ¿O mejor semana tras semana? Muy orgullosa, como siempre.

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  • danioska

    Coincido contigo en que el sillón es delicioso para leer, yo tengo un sillón favorito en mi cuarto y en él leo mucho, aunque también asumo que me gusta leer en la cama, acostada. Y en cuanto a que los libros exigen una posición, de acuerdo: no es lo mismo una novela relajada que un tratado de filosofía. Por Fortuna, en estos tiempos podemos elegir…
    Abrazo, Enrique

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  • Elízabeth Hernández

    Por mi parte, prefiero la intimidad de la lectura. Aquí en la roma y condesa existen muchos «exhibi-lectores», que nunca pasan de la misma página. Mis mejores deseos para la publicación de su primer libro de cuentos, espero poder conocer más de su trabajo Enrique, saludos cordiales!! 🙂

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    • Enrique Boeneker

      ¡Hola, Elízabeth!
      Muchísimas gracias por la visita y por su comentario. La lectura es siempre más sabrosa en la intimidad. Con la edad cada vez me he vuelto más intolerante a las distracciones mientras leo. Cuando era joven, podía leer en cualquier lado, sin importarme las personas, camiones, radios y animales alrededor. Hoy en día, no puedo leer si no es en un espacio cerrado y libre de ruidos.
      En cuanto a esos exhibí-lectores (afortunado término, por cierto), pobrecitos ellos, porque en verdad no leen. ¡No saben de lo que se pierden!
      ¡Muchos saludos!

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